¡UN SER ENORME!
Era un personaje que recorría la
ciudad, no supe mucho de él salvo por una fotografía donde generosamente
ayudaba a un betunero, de la tercera edad, a movilizarse en su coche, nunca
terminé de contar su historia, apenas captar una crónica gráfica un domingo por
la tarde…
A Don Agustín Chirao siempre le
acompañó un poncho y un sombrero, tanto como la sonrisa y cortesía que tenía
con todos, este campesino falleció a fines del mes anterior, producto de una
peritonitis y las redes sociales contaron parte de su historia y la familia
sintió la solidaridad de gente que no conocía, pero que estuvieron en su último
adiós.
Y son de esas personas anónimas
que las miras en la cotidianidad y no te detienes para decirle gracias, por lo
que hace, demuestra y significa, así seguirán quedándose héroes sin un espacio
en nuestro tiempo que es tan complejo, marcado y ajustado por cosas que no
siempre son determinantes y necesarias, buscamos el saludo de quien no aporta
nada a nuestras vidas y el reconocimiento sobre algo que por lo general termina
siendo superficial.
Su tamaño no fue un limitante y
cada jornada la cumplía con el mismo entusiasmo, con ese deseo de servir bien y
ser feliz con lo que tenía, un coche y una forma de trabajar, sin quejas sino
con agradecimientos, persignándose y llevando a su casa un dinero bien ganado o
algo que le regalaban y siempre lo colgaba en las fundas de su medio de
transporte.
Lo extrañaran las calles de la
ciudad, las vendedoras del mercado, los guardias de seguridad, los niños de la
calle, los betuneros – uno en especial – y sentimos que en el día a día hay
personas que nos pueden dar lecciones sin nada más que mostrar que su vida es
simple y práctica, que hay seres enormes que no llegan a medir un metro.
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