martes, 9 de mayo de 2017

¡UN SER ENORME!
Era un personaje que recorría la ciudad, no supe mucho de él salvo por una fotografía donde generosamente ayudaba a un betunero, de la tercera edad, a movilizarse en su coche, nunca terminé de contar su historia, apenas captar una crónica gráfica un domingo por la tarde…
A Don Agustín Chirao siempre le acompañó un poncho y un sombrero, tanto como la sonrisa y cortesía que tenía con todos, este campesino falleció a fines del mes anterior, producto de una peritonitis y las redes sociales contaron parte de su historia y la familia sintió la solidaridad de gente que no conocía, pero que estuvieron en su último adiós.
Y son de esas personas anónimas que las miras en la cotidianidad y no te detienes para decirle gracias, por lo que hace, demuestra y significa, así seguirán quedándose héroes sin un espacio en nuestro tiempo que es tan complejo, marcado y ajustado por cosas que no siempre son determinantes y necesarias, buscamos el saludo de quien no aporta nada a nuestras vidas y el reconocimiento sobre algo que por lo general termina siendo superficial.
Su tamaño no fue un limitante y cada jornada la cumplía con el mismo entusiasmo, con ese deseo de servir bien y ser feliz con lo que tenía, un coche y una forma de trabajar, sin quejas sino con agradecimientos, persignándose y llevando a su casa un dinero bien ganado o algo que le regalaban y siempre lo colgaba en las fundas de su medio de transporte.

Lo extrañaran las calles de la ciudad, las vendedoras del mercado, los guardias de seguridad, los niños de la calle, los betuneros – uno en especial – y sentimos que en el día a día hay personas que nos pueden dar lecciones sin nada más que mostrar que su vida es simple y práctica, que hay seres enormes que no llegan a medir un metro.


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