Planifiqué ser más grato con el huerto de la casa, la semana anterior, mi
esposa sembró puerro, zanahoria, pimiento, apio y perejil y le dije que me
encargaría de regarlos, lo hago, con la vieja manguera, mientras camino
alrededor de la casa al iniciar el día; quince años atrás, nunca me hubiese
visto haciendo esto, era tan pero tan citadino y sonrío al sentirme entre la ruralidad
y la #tierra que exhala su humedad.
Aún recuerdo lo raro que era escuchar a una amiga cuando le pedía a su
árbol de limón a quien le saludaba como “señor limón” permitirle tomar sus
frutos para la limonada del almuerzo; viviendo en el campo entiendes que la
naturaleza escucha y a las plantas se les habla; aunque esa gestión es más de
la Monse, decido pedir disculpas por la ingratitud al huerto y pido reciban el
agua, para que pronto den frutos y nos sirvan de alimento.
De verdad que somos ingratos con lo que sucede en el campo, entre
agricultores y campesinos, que finalmente nos llevan cada día lo fundamental
para tener los alimentos sobre la mesa, como cambió mi perspectiva al vivir
lejos del tráfico y la bulla, en medio de silencios que reconfortan acá aprendí
a reciclar y desde esta cuarentena, nuestros residuos orgánicos terminan siendo
humus para el jardín y huerto.
La relación campo – ciudad, en esta epidemia, debe ser replanteada, desde el
respeto a lo que sucede en medio de surcos y semillas, pues, un campo paralizado,
impide que el citadino se alimente y esté en el contrasentido de que paga lo
que está marcado en la etiqueta del supermercado, pero siempre pide “rebaja”
cuando está con un campesino que ofrece sus productos.
Pero claro los errores son de ida y vuelta, por otra parte, muchos campesinos,
los días de feria, traen productos del campo para venderlos y con el dinero
obtenido compran en un supermercado, fideos, colas y galletas, esos mismos
centros que ha dejado vacíos la gente acomodada que - aunque por moda - están buscando
lo orgánico en las ferias.
Debe haber un sistema de lógica y participación comercial, más equitativo,
colaborativo, ordenado, al final, perdemos los compradores y productores, el
que se lleva el billete es el intermediario, ese revendón al que mantenemos.
Espero que - luego de esto – podamos, por ejemplo, acostumbrarnos a comprar de manera colaborativa, si la compra es para varias familias se puede optimizar un presupuesto es sólo turnarse en las compras y sacar provechos comprando a productores y que el dinero recircule entre nosotros.
Evito ver las noticias, como fue el compromiso, la curiosidad me gana y hace
que me aparezca un ratito en Twitter, miro a Carlos Morales defendiendo su
honradez y poniendo al octogenario suegro como ejemplo de trabajo, ese
“pestaña” como Prefecto sin duda fue un buen arquero…
Luego del desayuno tengo una invitación de mi esposa “sal y toma un poco de
sol, dicen que es la mejor forma de recibir vitamina E”, detengo lo que hago y
decido hacerle caso, termino con ropa cómoda y literalmente cumplo el pedido de
amigos y familiares cuando me ven en la playa “que saque las yucas al sol….”.
Esa estrella
convertida en una esfera gigantesca gira alrededor de todos los planetas y es
el centro del sistema solar, me arropa y relaja, de pronto 700.000 kilómetros
de radio de gas caliente que brilla me entretienen, no hay arena ni cebiche,
pero no está mal, lo que sí está pésimo, son esas libras extras por la
cuarentena, deberé hacer esto más seguido, bien dice la señora que parezco
“nucita” entre el blanco y el oscuro de brazos y piernas.
Aprendí a ser espiritual hace mucho tiempo y es por ello por lo que decido
llamar a mi amiga Marcela Noriega para que me de un apoyo en este confinamiento
voluntario y poder trabajar mejor desde la mente, porque es tan traicionera, te
lleva a campos donde no quieres estar y pone ideas feas.
La tarea está apuntada, tiempo de recogimiento, liberar la mente de lo que no
se quiere seguir cargando y reprogramarte cómo quieres vivir, escribir ayuda en
lo primero, deberé hacer una lista de ideas, creencias, juicios que tengo sobre
mi y sobre otras personas (siento me faltará papel).
Debo quitar los pesos del corazón, los resentimientos, enojos, viejos
conflictos, amarguras pues todo debe irse, lo escrito deberá ser quemado previo
a decir un decreto, crear espacio para que llegue lo nuevo es el reto y así
será.
“Toda enfermedad es un purga emocional y espiritual, es una purificación,
no se debe ver como algo negativo, por que te permite renovarte”, me dice ella,
tan querida y confiable esa Marce, es lo máximo, el #periodismo perdió una linda
cronista, pero la gente encontró un ser excepcional de ayuda y compañía.
Está en la agenda ver la última temporada de la serie Fuller House (Un
Hogar Casi Perfecto) que retrata la vida de los Tanner luego de muchos años,
con esos personajes con lo que crecimos, mirando sus ocurrencias en una casa de
San Francisco, sin duda fue una apuesta simpática de entretener a una
generación de fieles televidentes que la veíamos en “el canal ocho”.
En la serie los Tanner responde al timbre con un generoso “¡siempre está
abierto!” en referencia que su casa es la de todos, amigos, vecinos y claro la
familia sobre todo y la ironía es pensar que en la realidad ahora las casas se
han cerrado en un prolongado receso, que nos alejó de los que más queremos, de
esos buenos ratos en compañía, del almuerzo de domingo, generoso y sin miedo al
colesterol y con postre para todos incluso el diabético “le dan un poquito”.
En fin, ahora las casas se sienten vacías y esa otra lección al pensar, lo
material era importante y las dimensiones te mostraban más feliz, pero un
espacio sin gente es simple vacío, un lugar sin la charla y la risa es
monótono, la cocina sigue esperando a todos quienes definitivamente no quieren
estar en la sala, sino alrededor del que cocina, como antes, como siempre, el
fuego unió a la humanidad que hoy está separada.
Me imagino los buenos ratos que pasamos, dentro y fuera de casa, nuestro
hogar como el de los Tanner, siempre estaba abierto para los buenos amigos,
esos que no llegan con chismes sino para chalar y reír generosamente, el horno de
leña “extraña” al suegro que es el panificador especialista y el asadero al
primo que tiene la técnica gaucha…
En las llamadas programadas por Zoom, validamos todo lo que ahora no
tenemos y los primos, hermanos, amigos, compañeros de universidad o colegio, han
prometido encuentros que esperemos no queden solo en palabras. Cada vez
confirmo que esto nos pasa para que apostemos por ser diferentes, por valorar
lo que tiene sentido y alejarnos del consumismo. Hasta mañana.
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