Descasaste mejor,
procuramos los domingos tener un desayuno diferente, esta vez la nata con la
palanqueta de la Vienesa fue mágica, ahora estamos sentados en los extremos de
la mesa con la Monse, más lejos, pero cercanos al final, terminamos un
novenario del coctel de clorofila que regularmente lo planificamos, nos
servimos, es sabroso y saludable.
Debates si debes
contar y exponer este capítulo en tu vida, al final termino frente al
computador y arranco con la primera crónica, escribir es una terapia y siento
que me ayudará, por otro lado, es momento de compartir lo que pasa, para
aprender y repensar cada cosa, empieza el primer borrador y lo dejas reposar.
Debo terminar el
último módulo de una capacitación de Knight Center, un espacio en línea
maravilloso y aleccionador, como todo se vincula cuando corresponde, la última
charla es de Bruce Shapiro, colega que es parte del proyecto del Centro de Periodismo
y Trauma.
El expositor confirma
el alto riesgo que tenemos en coberturas como éstas, donde se habla de traumas
de las víctimas y nunca de cómo se siente el periodista que mira en primera
línea el dolor, la muerte y sufrimiento, entre impotencias y miedos naturales.
“Es un estrés incesante y complicado, donde hacemos
malabares con nuestros entornos domésticos, distanciamiento social, nuestros
fracasos tecnológicos, nuestro temor por la viabilidad económica de las
organizaciones de noticias y hacemos un trabajo desafiante bajo cualquier
circunstancia” refiere el periodista, que finalmente sugiere una desconexión y
apostar por otros espacios de deleite entre la música, libros, artes y demás,
“eso necesito yo” pienso enseguida.
Todo es tan
cierto y los debates internos van más allá, cuando eres buen periodista y está
cubriendo la pandemia, eres un mal esposo e hijo que pones en riesgos los
tuyos; cuando decides estar en casa y evitar reportería en la calle, eres un
buen esposo e hijo, pero un mal periodista, por que dejas a tus colegas solos y
no informas lo verdaderamente importante. ¿difícil comprendernos verdad?.
Una amiga de mi
esposa le indicó que en el subcentro del IESS por el barrio Pucará pueden hacer
el PCR y que tome esa opción, así lo hago, nuevamente la máxima protección y me
dirijo a ver qué pasa. Me piden papeles a la altura del parque Ecológico, no
bastó el rótulo de prensa en el carro y la credencial del Diario de Riobamba,
el policía pide la cédula y me gusta que se cumpla así los protocolos para
evitar a los “sabidos”.
Llegó y toca
esperar un turno, la enfermera – debidamente protegida – es muy cortes, además
de tomarme los signos vitales, pide espere al médico, me explica que se hacen
exámenes de PCR a pacientes con otros síntomas y bajo otras condiciones, ya
nada, que conste que venía preparado sicológicamente para el incómodo hisopado.
El profesional,
un joven riobambeño, revisa mis exámenes, coincide con lo referido por mis
amigos médicos, la prueba del laboratorio privado es más segura, sin embargo,
es posible que sea uno más de los portadores asintomáticos del covid19,
trabajar fuera y tan cerca de la epidemia – como ellos – hace que el riesgo de
contagio sea inminente.
“Es preferible
aislamiento y cuidarse, sobre todo estos próximos ochos días, le recomiendo
vitamina C que siempre ayuda, compre naranjas, pitajaya, tome limonadas, use
miel de abeja, coma tuna, no brócoli” dice el galeno. Le haré caso, sobre todo
en lo del brócoli, con el que no me llevo mucho, pero le fallaré en lo de las
tunas, pues no están entre mis preferidas.
La consulta se
termina y me extiende un certificado, lo demás hablar desde su visión y la mía
lo que puede pasar en Riobamba con el cambio de semáforo, coincidimos la ciudad
será un caos producto de la poca diciplina de la gente, le duele cuando sube a
casa, luego de su turno, mirar cómo en las calles parecería que nada pasa y se
desarrollan las cosas sin una auto responsabilidad.
Reconoce que, si
bien hay menos atenciones que en las primeras semanas de la epidemia, ahora hay
más casos confirmados. “Vivo junto a mis padres, pero no les acepto un café y
es para protegerlos” dice y confirmo que quien habla bien de sus progenitores,
es un buen ser humano y profesional, fue un gusto el tiempo compartido.
De vuelta a casa la
misión es comprar naranjas, por la zona de la Universidad y del Hospital ofrecen
diez naranjas pequeñas por un dólar, prefiero ver en otro lado; las compro 25
grandes en dos dólares más la “yapa” salí ganando. Me llena de optimismo no ver
a mucha gente en la salida a San Luis por el hornado riobambeño, es evidente
que atienden solo para llevar y quienes lo hacen están más protegidos que yo,
eso es bueno.
Limones gruesos y
para licuarlos con cáscara más menta, hierba buena o manzanilla, los encuentro
frente al colegio Edmundo Chiriboga, los venden - desde hace tiempo - venozolanos
que hacen de eso su forma de subsistencia, pensar en cómo la están pasando
ellos, lejos de su país, sin trabajo y con una ciudad detenida, es un pretexto
más para agradecer lo que tienes y dejar de lado la queja.
No sé a ustedes,
pero si hay un tiempo especial para el descanso y mirar televisión son los
domingos por la tarde, la serie Familia Moderna, que ya está en Netflix, nos
lleva a buenos ratos y carcajadas generosas, ¡son lo máximo!
Es tiempo de una
película y escogemos Pequeña Gran Vida (Downsizing) y te muestran cómo al final
los seres humanos terminamos en lo mismo, esa batalla de quienes quieren un
mundo mejor y los otros – una mayoría – que quieren dañarlo todo y en el mundo,
de grandes y de pequeños, marginación, pobreza, diferencias sociales e
injusticias.
Matt Damon está a
la “altura” como siempre y la coprotagonista Hong Chau una revelación,
impecable, linda historia entre lo frívolo del consumo, el tema ambiental, el
destino del planeta y la raza humana, entre ficción que cada vez presumes
muestra cosas que de seguro están pasando.
Mejor fin de
domingo no podía tener, generosas palabras y comentarios de familiares y amigos
en las redes sociales, inmerecidas y que alivian todo el mal rato, las leo con
detenimiento una y otra vez e imagino los buenos ratos compartidos con ellos.
En la crónica
publicada en el diario, los gestos son similares, de personas que no conozco
siquiera y me emociona aún más, definitivamente soy un privilegiado por el afecto
que – aunque esté en el frío internet – te abriga el alma.
Ultima revisión
del email y me encuentro con buenas noticias sobre el trabajo que cumplí como
docente en la ESPOCH el último período, pienso en lo que aprendí de mis
estudiantes de nivelación, esto es también de ellos. Adaptarse a una nueva
realidad, reconocerse desde otros procesos, tener recelo a lo desconocido y,
claro, lo des complicado de algunos en lo cotidiano, donde reían y disfrutaban
¡ser libres!
Y eso es un reto
para estos días de aislamiento, ser libre desde tu mente, que tu cuerpo esté en
casa, pero que tus ideas se paseen entre buenos ratos y espacios imaginados,
ser libre de miedos y síntomas hipocondriacos, seguimos en la tarea. ¡linda
semana a todos! gracias sus oraciones y el tiempo dispensado.
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